Lectura
tranquila que deriva en una extraña trama de racismo nórdico y atisbos de
infidelidad.
Una
pareja de ancianos, desde el retiro repasan lo vivido en los lejanos días que
pasaron en Dinamarca, donde viajaron huyendo del dolor por la muerte de su hijo
y en busca del lugar de nacimiento de la madre del protagonista. Allí conocen a
unos decadentes personajes que dan pie a una extravagante historia de genes,
razas e incestos. Entre esos personajes está La Condesa con la que el autor parece querer provocar cierta tensión
sexual, aunque si es así sólo lo consigue lejanamente.
«A nuestra edad, todas las noticias son malas
noticias. No me gusta estar haciendo cola ante la guillotina. No me gusta que
me inviten a la ejecución de mis amigos.»
Como
este señor sabe escribir el lector se deja embaucar y apenas logra descubrir la
paradoja que provoca la narración del viaje, que se supone es la lectura de un
diario escrito en su día por el protagonista. Lo cierto es que tanto el tono
como la manera de narrarlo a medida que avanza la novela se van alejando de lo
habitual en un diario.
Por
otro lado, recapitulando una vez terminada la novela, el lector apenas entiende
las historias intercaladas y las breves apariciones de personajes cuyo aparente
interés no llega a eclosionar porque desaparecen de la narración casi sin más.
La única explicación aceptable puede apuntar a que se tratan de divagaciones,
resultado de reflexiones varias relacionadas con la intrahistoria, que como tales
son muy interesantes, dicho sea de paso. Tal vez éste fuera, simplemente, el
cometido de esos personajes.
«Dice que cuando le preguntan si se siente un
anciano, responde que no, que se siente como un joven al que le ha pasado algo.»

Lo
último que supe relacionado con Wallace Stegner es que iban a derribar su casa
de Los Altos Hills, incluido el estudio donde trabajaba. Teniendo en cuenta que
es un novelista en lengua inglesa con reconocimientos tales como el Pulitzer,
el National Book Award (por esta misma novela) y la Commonwealth Club Gold
Medal, además de haber creado la escuela de escritura de la Universidad de
Stanford, supongo que este escritor debería significar algo más para las
autoridades políticas y académicas como para que eso haya ocurrido.