Pablo Gutiérrez escribe muy
bonito. Lo mismo que a quien no le gusta el vino no puede ser buena persona, a
quien no le gusten determinados pasajes de esta novela, no puede ser buen
lector.
«Dos hermosas figurillas acurrucadas en una parada de autobús, los dedos
enroscados en los dedos, los ojos enroscados en los ojos. Los suyos (los de él)
son botones oscurísimos; los de ella son fugaces como insectos. Sobre su frente
(la de él) flota un mechón suspendido como un paracaidista. Los rizos (los de
ella) se dejan despeinar por el viento sur. Es guapo el chaval, parece un
soldadito de Hazañas Bélicas: la llama roja del flequillo, la mandíbula
prensada, los ojos sugeridos. La chica sólo es antifaz de rizo, ojeras
excavadas, barriga esférica como un planeta, tensa como un tambor. Calza botas
de piel de lobo hasta la rodilla, tiene trazo de dama de cuento, se llama
Margarita o Marga o Magui. Él se llama Lecumberri o Antonio o Lecu.»
Suena bien, no me dirán que no.
Pues como esto, el libro plagadito. Así uno puede leer lo que le echen. Y
encima, la historia que cuenta Gutiérrez, a cuenta de malearla con ese
vocabulario y con pericia, termina por resultar interesante, no muy original
pero sí interesante. Dos protagonistas, moldes perfectos del abandono y la
soledad, inevitablemente unidos a pesar de todo y de todos. Una extraña
metáfora del poder, muy bien traída, encarnada por un señor que consagra (nunca
mejor dicho) sus esfuerzos a crear un movimiento cristiano. Algunos personajes
domeñados, faltos de fuerza y criterio…
Con toda probabilidad puede ser
mala interpretación del lector, pero desorienta un poco la decisión del autor
al elegir un narrador tan ambiguo. Lo mismo parece ser omnisciente como un
personaje externo a la trama.
Lo mismo toma partido hasta la soflama como cuenta la historia de manera casi aséptica.
No obstante Pablo Gutiérrez
escribe muy bonito:
«Todas las piezas —las amarillas, las azules, las verdes— se desbaratan
y caen, el bulbo raquídeo es una lámpara recalentada que se funde, Magui
absorbe el narcótico del sueño y del hambre y de los huesos contraídos, la
oscuridad ya no permite ver las molduras del armario rancio ni la cajita
transparente ni la esquina doblada del libro, es madrugada, en el patio se
extinguieron las luces blancas de la cocina y los tenedores batiendo huevos
para la cena, el borde quemado de la tortilla, la radio repitiendo los números
premiados en la lotería, las temperaturas mínimas, el tráfico será denso en
dirección a la costa, sonaron todos los clics de todos los interruptores de
todos los dormitorios, ya nada existe, ya cada párpado cerrado.»
Al final se cierra el círculo de
la trama con cierta melancolía cargada de esperanza o al revés. A ver: cierta
esperanza cargada de melancolía.
Esta gente que sabe escribir
debería renunciar a su vida y dedicarse exclusivamente a la literatura. Como
hicieron en su día Cansinos Assens o Torrente Ballester. Y así, parir para sus
lectores y para el porvenir alguna que otra obra maestra. Porque como le oí
decir a Vila-Matas, “mucha gente sabe escribir bien, lo importante es qué se
cuenta”. Vargas Llosa no sabe leer una factura de la luz, de eso y de todo lo
demás se encarga su señora, él se dedica a escribir.
No se puede nadar y guardar la ropa. Así no se llega,
así no saldrá nada definitivo y también acabarán siendo olvidados.
Queremos más.
Vaya, he terminado con cierta melancolía cargada de esperanza, ¿o al revés?.
Hola,
ResponderEliminarLa prosa de Pablo es brillante, especialmente en este libro. Da miedo pensar que te está contando una historia dura de manera tan lírica. El narrador parece contar un cuento de hadas realista y sucio (que no realismo sucio).
Saludos,
Carlos.
Reseña muy acertada. Es un libro insólito, irregular como pocos pero que permanece en la memoria del lector. Saludos
ResponderEliminarSuena muy bien. Pero para tener éxito, es importante que la historia enganche. De hecho cuantas novelas hay que no están buen escritas o están escritas de forma muy normalista y tienen tanto éxito... Personalmente prefiero una prosa como yo digo "musical", de esas que da gusto leer aunque no te cuente nada interesante
ResponderEliminarSaludos