
Carpe diem se publicó en 1956.
Creo que en alguna otra ocasión
ya se habló del fracaso en este blog. ¿Qué es el fracaso? Este tipo de asuntos hay
que afrontarlo de manera pragmática, sin alardes poéticos ni metafóricos, sin
definiciones ambiguas o insinuantes. No nos engañemos, el fracaso tiene mucho
que ver con lo material. A partir de ahí vienen las secuelas sentimentales,
familiares y psicológicos.
Un hombre cercano a los
cincuenta, divorciado, en paro, con sobrepeso, dos hijos, ingresos más que
escasos, ayuda familiar nula, enfrentado a su padre, exmujer demandadora
constante. Para rematar: invertir en bolsa y perder… Esto es el fracaso.
Me repito:
Sólo logro comprender que alguien
sea capaz de escribir tan bien aceptando como premisa lo que no es más que el
“secreto” de la Literatura: don,
talento y muchísimo trabajo. Porque quien, al comienzo de una novela, describa
físicamente al personaje protagonista y sea capaz de, al mismo tiempo,
descubrir para el lector todo su pasado haciendo entender su presente, todo
ello de manera imperceptible, mientras se desliza por las páginas iniciales de
la historia, es sencillamente alguien tocado por la fortuna; como quien tiene
una voz excelente y la trabaja para cantar: don, talento y trabajo. De esta especie
es Saul Bellow.
La historia se centra de manera meticulosa,
en Wilhelm, epicentro esencial de todo lo que se cuenta y acontece. A pesar de
usar un narrador omnisciente, éste, en muchas ocasiones parece relatar
condicionado por su punto de vista. Así, las detalladas descripciones de
personajes y paisajes dan la impresión de no ser más que el punto de vista
diferido del protagonista. Aunque esto mismo ocurre, con menor peso en el
relato, con otros personajes.
Bellow, en los pasajes en que
explosiona el clímax de una determinada escena o momento de la historia,
utiliza la descripción y el detalle de paisajes y personajes magistralmente, concentrando la atención del lector y metiéndolo de lleno en la trama.
«Entre manteles blancos, cristalería y plata destellante, a través de
la intensa luz, la estirada figura del señor Perls se fue alejando hacia la
penumbra del vestíbulo. Iba apoyándose en el bastón, y arrastraba un gran
zapato ortopédico que Wilhelm no había incluido en su cálculo de males. EL
doctor Adler sintió deseos de hablar de él.»
Los diálogos, en ocasiones, llegan a ser arrolladores. Impresiona la profundidad a la que el autor es capaz de sondar en la psicología del protagonista. Porque si bien podemos admitir que hemos dado una definición rácana de lo que es el fracaso, las implicaciones de carácter personal que conlleva son muy graves. El fracaso (o la sensación de haber fracasado) lleva a la degradación de la autoestima y a la desaparición de toda esperanza. A partir de ahí, nada bueno. Sólo llanto.
Los diálogos, en ocasiones, llegan a ser arrolladores. Impresiona la profundidad a la que el autor es capaz de sondar en la psicología del protagonista. Porque si bien podemos admitir que hemos dado una definición rácana de lo que es el fracaso, las implicaciones de carácter personal que conlleva son muy graves. El fracaso (o la sensación de haber fracasado) lleva a la degradación de la autoestima y a la desaparición de toda esperanza. A partir de ahí, nada bueno. Sólo llanto.
Hola, me alegro de que te haya gustado este libro.
ResponderEliminarNo sé si has leído más libros de Bellow, pero si te gustó este, te va a encantar Herzog, novela bastante superior.
Yo leí las dos seguidas y me encantaron. Tenía pensado leer más de él, pero al final me lié con otras cosas, a ver si vuelvo con El legado de Humbot, o así.
Además he visto que ahora Galaxia Gutemberg las está sacando en un formato más barato.
saludos
Lei una resena muy positiva de "Herzog" escrita por el vilipendiado Mario Vargas Llosa.
ResponderEliminarEntiendo que "Carpe diem" (cuyo titulo original es el bonito "Seize the day") puede ser una buena introduccion a su obra.
Un saludo.