
En fin, los hay que sienten la insuperable
necesidad de suicidarse cuando llevan escritas miles de páginas sobre lo divino
y lo humano y los hay, como Roorda, que se suicidan por motivos puramente
materialistas, lo que no da para mucha literatura, tal vez para cincuenta y
ocho páginas.
No quiero parecer irrespetuoso. El suicidio es
algo tremendamente doloroso y toma un aspecto más tétrico cuando alguien
intenta explicar los motivos de manera cuerda e inteligente.
«Pero
escribo este último librito para explicarme. Y lo hago también para protestar
de antemano contra la severidad con la que seré juzgado. Siento la necesidad de
defender al Individuo egoísta frente a las exigencias de la Moral.»
Efectivamente Roorda intenta justificarse con
argumentos livianos, superfluos, materialistas, como ya dije. Bien sabe que
merece ser juzgado no con mucha benevolencia, en el mejor de los casos. Puestos
en lo peor, podría no ser leído y ser ignorado. Contra la severidad en el
juicio sólo puede esgrimir el egoísmo como derecho supremo para acabar con la
vida propia. Eso es hacer trampa.
«Mi
suicidio será severamente juzgado. Pero ya que considero que en su inmensa
mayoría los hombres son seres mediocres y poco inteligentes, ¿qué importancia debo
conceder a la opinión pública?»
Con independencia del desprecio que quien
suscribe pudiera merecerle a Henri Roorda, lo más impresionante de este libro
es sentir en sus páginas la convicción del autor de que no hay alternativa al
suicidio, la absoluta seguridad con que se enfrenta al desenlace.
Sin entrar en pormenores psicológicos, lo cierto
es que cualquiera que deje rastro escrito de los motivos que le mueven a
cometer suicidio, se arriesga a descubrir ante los demás la depresión y las
carencias afectivas que lo han llevado a tomar esa decisión irrevocable.
Tal vez el lector esperase algo de romanticismo,
algo poético previo a la despedida definitiva. Pero Roorda es pragmático, fiel
a la más fría realidad. Es honesto, hay que reconocerlo. Los motivos que suelen
llevar al suicidio pueden ser muy egoístas.
«Algunos
amigos han venido de nuevo a ofrecerme ayuda y curación. Los he rechazado pues
sé muy bien que nada podría librarme de los deseos, de las imágenes y de los
pensamientos que ocupan mi espíritu desde hace cuarenta años.»
Pues lo voy a leer
ResponderEliminarMe dan un poco de grima, la verdad, los suicidas premeditados. No digo que sea mal libro, digo que me dan grima, demuestran que en el fondo, queriendo ser tan excelsos que estan por encima del mal y del bien y que no soportan la tontería común, en el fondo son unos superficiales que todavía creen que cuando la palmen luego va a ir el resto del mundo a pedirles disculpas...
ResponderEliminarOh, cuanto me alegro de saber que has leido este libro, para mi es una auténtica joya. A mi siempre me ha interesado el tema del suicidio y la verdad es que he leido bastantes libros que tratan el tema, pero este en particular me encantó por la forma que va explicando paso a paso sus motivos.
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