Algo habitual en las novelas de este autor es el
realismo en todo aquello que se refiere al Mal. Los finales felices, las
victorias sobre los malos no existen. En la vida real tampoco.
McCarthy utiliza un narrador deficiente y
abundancia de diálogos, que intercala con monólogos del protagonista. Las
escenas de violencia las despacha de improviso, con claridad y concisión, con
un ritmo vertiginoso. En algunos momentos disminuye la tensión intercalando
escenas narradas con minuciosidad casi obsesiva y compartiendo con el lector el
paisaje con descripciones magistrales. Escenas que, por muy intrascendentes que
puedan parecer, forman el conocimiento del lector, dejando ver el carácter de
los personajes, el ambiente en el que se mueven y cómo se desenvuelven.
«Se quedó
allí contemplando el desierto. Su quietud. Rumor de viento en los cables.
Ambrosías altas junto a la carretera. Grama y sacahuista. Más allá en las
acequias huellas de dragones. Las montañas de roca viva en sombras al último
sol de la tarde y hacia el este la reluciente abcisa de la llanura bajo un
cielo donde colgaban cortinas de lluvia oscuras como el hollín a todo lo largo
del cuadrante. Es un dios que vive en silencio el que ha baldeado la tierra
adyacente con sal y ceniza. Volvió al coche patrulla y se alejó de allí.»
Como el personaje del juez en Meridiano de sangre, Chirgurh es la
muerte en esta novela (la muerte hace mucho que no lleva guadaña), incansable y
pertinaz, sin otra alternativa que la de cumplir con su cometido, definido por un
leve gesto que se convierte en decisión de la víctima.
«Lo dice
como si dependiera de la moneda, Pero es usted el que elige.
Podría
haber salido cara.
La moneda
no tiene nada que ver. Depende de usted.
Quizá sí.
Pero mírelo desde mi punto de vista. Yo he llegado aquí lo mismo que la moneda.
(…)
Yo no
tenía voz en este asunto. Cada momento de su vida es un giro y cada giro una
elección. En algún momento usted eligió. Lo que vino fue una consecuencia. Las
cuentas son escrupulosas. Todo está dibujado. Ninguna línea se puede borrar. En
ningún momento he pensado que pudiera inclinar la balanza a su favor. ¿Cómo iba
a hacerlo? El camino que uno sigue en la vida raramente cambia y más raramente
aún lo hace de forma brusca. Y la forma de su sendero particular era ya visible
desde el principio.»
La altísima calidad que mantiene Cormac McCarthy
en todas sus novelas lo convierten en una referencia de la literatura
estadounidense. Insuperable.