Los libros de cuentos, como los de poesía, tienen una gran ventaja sobre las novelas y ensayos: a pesar de ser publicados como una idea homogénea, el lector puede extraer de forma independiente un poema o un cuento y leerlo, para después cerrar el libro y devolverlo a la estantería.
Tropo Editores reedita un par de libros de cuentos de Gonzalo Calcedo. Y los publica unidos, como inseparables, lo que tiene su sentido, pues se trata de dos trabajos premiados con apenas un año de diferencia. Con independencia del momento en que fuera escrito cada uno de los cuentos, por la cercanía temporal de su presentación al público, parece inevitable considerarlos como un conjunto. De hecho una vez leídos, el lector sólo puede corroborar el acierto de su recuperación conjunta.
Tropo Editores reedita un par de libros de cuentos de Gonzalo Calcedo. Y los publica unidos, como inseparables, lo que tiene su sentido, pues se trata de dos trabajos premiados con apenas un año de diferencia. Con independencia del momento en que fuera escrito cada uno de los cuentos, por la cercanía temporal de su presentación al público, parece inevitable considerarlos como un conjunto. De hecho una vez leídos, el lector sólo puede corroborar el acierto de su recuperación conjunta.
Los
libros reeditados bajo el título de Siameses
son: Otras geografías (Premio NH,
1996), que contiene once cuentos y Liturgia
de los ahogados (Premio Alfonso Grosso, 1997), ocho cuentos.
Condiciona
cualquier reseña, y no digamos cualquier intento de análisis sesudo, la
excelente nota del autor, que presenta el libro después de catorce años. En
ella Calcedo se reconoce joven, distinto y lejano, superando la inevitable
tentación del retoque perpetuo que fustiga a todo escritor (el lector agradece
poder leer la idea original) y, sobre todo, mostrando una mueca sonriente al
ser consciente de una escritura repleta de descaro y desenfado, sin el miedo a
mostrar influencias o técnicas casi de laboratorio. Todo ello con independencia
de que el lector perciba, o no, tara alguna en la narración. Así son
los escritores y su cerebro martilleante, nunca satisfechos del todo a pesar
del buen resultado.
A
través de sus cuentos el autor contagia la quemazón, como un pinchazo de
alfiler, de situaciones muy puntuales, pequeñas anécdotas que definen las vidas
de los protagonistas, sus traumas, sus frustraciones, sus esperanzas o
desilusiones, como una larga y extraña sombra provocada por un objeto
insignificante que sólo se torna valioso y digno de tenerse en cuenta cuando se
observa muy de cerca y se aprecian los hermosos detalles, hermosos por comunes.
Calcedo
no entra en la tragedia, entendida como algo irremediable. Sólo, ni más ni
menos, pone en evidencia la desdicha que envuelve a los personajes de sus
cuentos.
Todo
ello en un mismo escenario social, paisajes que reflejan distintos decorados de
nuestra forma de convivir, familiares o totalmente desconocidos pero asequibles
para el lector.
El
lenguaje y el tono traslucen una contención y un comedimiento que evitan en
todo momento juzgar a los personajes. Narra dejando en manos del lector la
posibilidad de tomar partido.
Personalmente
me dan igual las influencias y similitudes de un escritor, eso es cosa de
ellos.
La
paella que se hace en Valencia es excepcional, pero también es excelente la que
hace mi suegra en Sevilla. Además le da el toque particular que nos gusta a la
familia y que sólo ella conoce. En literatura ocurre algo parecido. Cheever,
Wolff o Carver se rememoran en estas páginas pero con un toque personal que
hace disfrutar de una escritura inteligente, atinada, con una sensibilidad
abrumadora, que hacen de Calcedo un excelente escritor de cuentos, esa técnica
narrativa imposible que despierta mi más encendida idolatría.
Agradezco a Tropo editores su aséptico ofrecimineto para que leyera este libro. He sido honrado dando mi opinión, como no podía ser de otro modo.
Agradezco a Tropo editores su aséptico ofrecimineto para que leyera este libro. He sido honrado dando mi opinión, como no podía ser de otro modo.