Si se paran a pensar y hacen la
cuenta, verán la cantidad de gente “importante” que se cruza diariamente en su
camino. En lo que a mí respecta, me puedo encontrar a estas personas en
multitud de lugares: en el ascensor del trabajo, cuando paro a repostar en una
gasolinera, visitando un museo, cenando en un restaurante… En casi todas partes
encuentro gente con cara de eso, de ser muy “importante”. Rostros preocupados
que imitan una severa concentración, que pretenden parecer serios.
Miguel Baquero retrata tres tipos
de personaje “importante”, adheridos los tres al mundo literario que, al ser
cada vez más mundillo, permite la incubación de parásitos cuya incapacidad
aumenta en el tiempo exponencialmente, con independencia de su “importancia”.
En Vidas elevadas se alternan momentos hilarantes con situaciones que
provocan vergüenza ajena, hastío, pena o ternura.
«Víctor de Pingarrón, el famoso poeta, irrumpió en el panorama de la
poesía allá por 1999, coincidiendo con el temido efecto 2000 que aquel año tenía
alarmada a la población del globo. Una alarma que él, Pingarrón, en buena
medida, contribuyó a incrementar con su primer poemario: “Ojo conmigo”, un
libro que causó mucho pasmo y mucho sobrecogimiento entre los lectores de
poesía que, por desgracia o por suerte, en España son pocos.»
A pesar de las altas cotas
artísticas que supuestamente emanan de cada uno de sus actos, esta gente no
hace otra cosa que gastar la mayor parte de sus energías en esquivar todo lo
mundano que les rodea, sin darse cuenta que ello no es más que el reflejo de la
mediocridad en que se desenvuelven. Hasta tal punto alcanza su inutilidad que
poco menos consiguen hacer de la poesía recitada algo proscrito en el pueblo de
Mazabuches.
De la importancia de los
personajes de la cultura, Baquero pasa a los potentados magos de la industria
cultural. Aquellos que dictan los dogmas y propagan el conocimiento y el saber
por todos los lugares de la geografía… Eso sí, con suculentas subvenciones de
los distintos estamentos públicos. (¡Gran mundo, insondable, este de las
subvenciones a los eventos culturales!) A estos señores siguen las personas
“importantes”, que tildan de imbécil a quien tenga criterio propio sin ser
conscientes de la imagen que dan de sí mismos.
«Asomado a la barandilla de la casa consistorial, el alcalde contempla
toda aquella actividad artística con cierta perplejidad. Él siempre había
admirado el hecho cultural y se había rendido sin paliativo alguno a las
grandes obras de los grandes artistas. A consecuencia de ello miraba con enorme
respeto a quienes se dedicaban al arte, sobre todo a quienes, como Lucio
Valverde, conseguían triunfar en él; estaba absolutamente convencido de que
eran hombres de un nivel superior, gente que se movía en la excelencia
indiscutible y cercana al milagro. Del mismo modo respetaba a los críticos
artísticos de peso, esto es, a los críticos célebres, a los que escribían en
medios importantes: era sin duda, gente erudita, preparada, capaz; tipos que se
habían estado preparando toda la vida para participar en ese gran, eterno y
maravilloso prodigio que es la creación artística.»
Vuelvo de vacaciones y me encuentro con esto. Tío, no sé qué decir más que darte todas las gracias del mundo y mandarte un fuerte abrazo. Es un verdadero honor ser reseñado por Arrecogiendobellotas
ResponderEliminarLa obra de Miguel Baquero es admirable por ese estilo propio, en el que coinciden el humor y la crítica, con el que nos va mostrando lo absurdo de este mundo oblongo en el que nos ha tocado vivir. Y también lo es que su autor haya logrado publicar al margen de las grandes editoriales y de los cauces habituales de distribución. Es una suerte que, en un panorama literario como el actual, podamos disfrutar de lo que escribe un autor como él.
ResponderEliminarMiguel, con la intención de ser breve y no almibarar el lugar con lanzamientos florales, te diré que el honor ha sido mío y que me he divertido mucho leyendo tu novela.
ResponderEliminarPor otro lado, firmaría el comentario de Antonio.